Crónicas de Brandenburgo

Publicado: 29 abril, 2015 en Historias
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Puerta de brandenburgo

      El otro día yo estaba caminando por un boulevard, hasta que llegué hasta el lugar donde se encuentra la «Puerta de Brandenburgo», zona donde convergen todo tipo de vientos chinos (todos sabemos que el viento fue inventado en el polo oeste). Entonces me encontré con la clásica araña nadadora de los vientos que se le aparece a cualquiera cuando ve a un pato parado en cuatro patas, era emocionante, pues no siempre se está en un país que pertenece a los Estados Unidos. Continué con mi divertida y aburrida rutina de vuelo sobre mis pies hasta que Lula Da Silva se me cruzó por el frente y me dió una pequeña barra de oro en las manos.

Cuando tomé la barra de oro con mi cabeza, me di cuenta que era tan pesada, que salí disparado hacia los vientos chinos, menos mal, esta vez me encontré con mi amigo «el gato que te observa» y simplemente lo ayude a cruzar una calle dentro del restaurant chino en donde nacimos. Pero Lula no estaba conforme, cuando me di cuenta tenía pegado en mi cabello rojo del dedo, una pequeña engrapadora ¡Ese hijo de puta me había dado acero! Todos saben que a mi el acero me da homofobia, eso es muy grave, pues así no puedo mandar ratas a sus refugios.

Me fui tranquilamente encima de mi taladro industrial, mientras recorría la pista de patinaje sobre agua a vapor y ahí fue donde finalmente me encontré a Shakira, pintando, como bien ella destaca por eso y me dice: «¿Que no viste mi oso de peluche cuadraplégico que salió corriendo?». Acto seguido se fue y me dejó con mi celular que calienta galletas de mantequilla hervidas, cosa que me deprimió mucho, pues a los pingüinos les contenta las ondas hertzianas de los amplificadores de citaras. Cuando realmente me di cuenta de lo que hacía y recobré la consciencia, estaba caminando otra vez por la puerta de Brandenburgo, sin tener las manos puestas (las había dejado flotando dentro de mi cama), eso casí provocó que yo me cayera y deslizara mi cabeza por el la iglesia de los ateos que estaba muy cerca, dada la situación, decidi regresarme al punto de mi cama.

Una vez dentro de mi tijera cortadora de agua, me quise hacer algo para respirar, entonces tome tres cámara fotográficas, dos pedazos de metal y una mesa de madera, las lancé por la ventana y así me gané un premio que me otorgaba la potestad de mis sacacorchos para latas de refresco islandes, aunque sinceramente, eso me hizo recordar que yo no había visto nunca a una salamandra en mi vida, por lo cual me arrastré por el agua que había encima del río Amazonas y así llegué a romper sobres de salsa que dan en los restaurantes chinos. Es algo que le pasa sólo a pocos ¿Cierto?

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