Memorias de un gordo rehabilitado

Publicado: 24 octubre, 2015 en Comentarios Ácidos, Historias
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      El sobrepeso es una enfermedad o si se quiere, padecimiento que afecta a la población del mundo entero, de hecho, más del 39% de las personas adultas, lo poseen y el 13% de ellas son obesas, así pues, estamos hablando de un problema de proporciones bastante grandes, con efectos nocivos en la salud tanto física, como mental. No conforme con todas las patologías cardiovasculares (Fundamentalmente) que conlleva, además de alguna que otra dificultad motora, aunado lo anterior a un sinnúmero de afecciones a la salud en general, el exceso de grasa en el cuerpo, también suele ser motivo de destrucción hacia el individuo.

Vivimos en una sociedad tremendamente superficial, donde la imagen cuenta sobre todas las cosas, encima esa imagen ideal suele ser la de cuerpos esbeltos, bien definidos y de piel clara y pues claro, eso también está en nuestra naturaleza, el reconocer con nuestros ojos las proporciones mejor distribuidas y la cara más bonita, todo eso, desde nuestro subconsciente que identifica y busca el número áureo. Tenemos pues, que verse diferente a tal patrón, es un crimen, una herejía, un pecado o al menos así es visto por una sociedad que no logra desprenderse de sus nociones básicas e ir más allá.

Ustedes dirán, Si eso es verdad ¿Entonces quiere decir que este mundo está repleto de personas que nunca serán aceptadas por los demás? Y suponiendo que de verdad se plantean tal cosa, pues la respuesta es: Sí. Bueno, bueno, al menos mientras el hombre no evolucione y se convierta en el “superhombre” del que hablaba Zarathustra, pero omitiendo eso, uno de los individuos que más ha tenido que sufrir por su apariencia proveniente bien sea de malos hábitos alimenticios, genética desfavorable o trastornos tiroideos, es el que posee sobrepeso.

¿Bullying? ¡Infaltable! Comentarios como: “Muchacho tú si comes”, “Este creció pero para los lados”, “Este es el hombre embarazado”, “¡Epa gordito!”, y todos los ejemplos que a usted se le pueda ocurrir, súmele también la discriminación desde la niñez (Dependiendo del caso), agréguele burlas de todo tipo, humillaciones, insultos inmerecidos e inclusive, maltrato. Es así, eso es lo que vive un “gordo”, palabra que realmente no me gusta usar porque me parece despectiva dentro de lo despectivo (Eso sí, dentro del humor todo se vale). Así me sucedió a mí durante años y de igual manera tuve que responder y tratar de hacerme respetar.

En mi caso, la genética no me ayudó, prácticamente toda mi vida he sido rellenito (O más que eso), también sufro de malos hábitos alimenticios, eso no lo voy a negar, gula quizá y no sé qué fue primero si mi rechazo a los deportes o el rechazo de ellos hacia mí, aunque no obstante practiqué natación por años. Podría decir, que en mi familia no hubo problema alguno, casi todos en el lado materno son obesos o al menos tienen sobrepeso y por el lado paterno mi progenitor fue indiferente al tema y los otros miembros de la dinastía, también, pero en cuanto al resto de la sociedad, hay mucho qué decir…

Como mencioné anteriormente, el bullying no faltó, fue casi que el plato principal de mi adolescencia y un elemento más o menos constante durante mi niñez, nunca faltó gente entrometida que hablara el asunto con mi madre, especialmente, y con las chicas… Jajaja Con las chicas fue una historia terrible y una atrevida por ahí fue inclusive capaz de decirme que determinada fémina era “mucha mujer” para mí, sólo por el hecho de que me pareciese atractiva. Considero que he tenido que perdonar muchas cosas a muchas personas y en cuantía, comentarios de ese tipo, no obstante, no es algo risible, pero tomárselo con humor, sí fue una buena idea.

Pese a todo, por mi cabeza no se cruzó la idea de deshacerme de ese peso excedente, quizá sí, muy dentro “mí”, no lo sé, pero nunca me preocupó tanto, además pensaba en la pereza que me daba todo el esfuerzo requerido, además de la fuerza de voluntad necesaria, sin embargo, ocurrieron diversas cosas en mi vida que me enseñaron que la pereza y la falta de voluntad no eran el camino para llegar hasta mis metas y crecer como persona, así poco a poco y en muchos casos, de manera obligada prácticamente, tuve que abandonar tales males que inclusive me acomplejaban y hasta me llegó la ocasión de reprocharle a los demás el hecho de que no pudieran hacer lo propio.

De esa manera, se me ocurrió finalmente, que poseyendo cierto poder volitivo y habiendo dejado un tanto de lado la apatía, podía lograr cosas nuevas, cosas como deshacerme de ese fastidioso sobrepeso, el cual yo sabía que me afectaría la salud y me ocasionaría problemas mayores y quizá, en la parte más profunda de mi subconsciente, sabía que al cumplir con ello, me libraría de comentarios desagradables de personas que probablemente ni me importaban y otras con mayor o menor relevancia; no lo sé, no tengo certeza sobre el asunto, es muy probable que así haya sido, que haya terminado alienado con la aguja hipodérmica y eso sirviera de leitmotiv para el resultado final, lo cierto es que en mi parte consciente, le di peso a propósitos personales que no podría realizar si me conformaba con mi condición.

Establecí arbitrariamente una edad a la cual debía llegar al momento de finalmente tener un peso normal, eso por cuestiones de que quería seguir “disfrutando” de mis malos hábitos y la preparación psicológica necesaria, sin embargo, cual fumador compulsivo que siempre está intentando dejar su vicio, el momento acaeció y yo seguía muy despreocupado por realizar lo que me había propuesto. Fatal, no cumplir con su palabra, significaba para este loco, algo imperdonable, aunque… sería cuestión de tiempo, alguien con ciertos conocimientos llegaría a su vida (Alguien a quien en cierta medida debo agradecer, por cierto) y él, tan sólo un año después del fracaso con el incumplimiento de su palabra, pensó que sería propicio aprovechar la ocasión.

Y sí, pues sí, aproveché que mi novia de ese entonces era entrenadora de gimnasio y le pedí ayuda ¿Por qué no hacerlo? Ella, accedió en tal asunto y me dio una serie de indicaciones, las cuales no seguí, me mantuve indiferente al respecto al menos unas semanas, hasta que llegó el momento en el cual dije “El lunes comienzo a hacer ejercicio” y así fue, no lo postergué más, me decidí con todas mis ganas y empecé con una rutina que fue evolucionando hasta el Sol de hoy, después de ahí no hubo vuelta a atrás, no hubo tal pensamiento como: “no puedo más” o “me rindo”, sí hubo algo como: “Diablos, sí me duele, no sé si podré seguir mañana” y aun así, el día siguiente, mientras hacía el ejercicio pensaba: “¡Joder! ¡Me duele! Pero no puedo dejar que un simple dolor, me venza”.

Realmente no dejé que nada lo hiciera, ni el dolor, ni mi horario, ni mis otras responsabilidades que no dejé de cumplir, ni cualquier cosa que pudiera resultar tentadora. En el ínterin hubo momentos en los que pensaba “¿Realmente estaré haciendo las cosas bien?”, pues apenas si veía que perdía peso o peor aún, podían pasar dos semanas y yo seguía indicando lo mismo en la báscula, aunque tal hecho también me hizo pensar, que si eso estaba sucediendo, entonces iba por buen camino. Al tiempo sí llegué a escuchar alguno que otro comentario de “Signore, te veo como más flaco”, que no puedo negar, me alegraban un poco.

Aquí viene la parte cómica de la historia, mi relación sentimental había finalizado hacía tiempo y en el momento en el que nos estamos situando, había terminado con las rutinas indicadas ¿Ahora qué seguía? ¿Cómo diablos iba a continuar? ¿Debía yo buscar a mi antigua compañera y preguntarle? No, eso no era una opción, no habíamos quedado en buenos términos, pero no podría frenar o peor aún ¡Revertir mi progreso! Sólo porque ya, literalmente no sabía qué diablos hacer, entonces ahí fue donde acudí a un gran amigo mío (Al cual también debo agradecerle y hermano, si estás leyendo esto Dude ¡Te quiero!), quien me recomendó un canal de Youtube, que yo revisaría de cabo a rabo para entender cómo debía proseguir.

Después de haber dado muchas vueltas y haber visto varios videos, algunos largos, otros cortos, algunos en donde el dueño del canal podía decir tanta información en cinco segundos como el contenido de dos páginas de un libro de bolsillo, di con algo que sería determiante: El HIIT. High Intensity Interval Training, una maravilla de entrenamiento físico moderno que me venía como anillo al dedo, pocos minutos, gran exigencia física (De hecho, había que tener cierta condición al momento de empezar a hacerlo) y se queman un promedio de 450 kilocalorías por sesión ¡Genial! ¿Qué más podía pedir? ¡Ah sí! Que no terminara tan cansado y adolorido, pero son “gajes del oficio” y bien valió la pena, en pocos meses, perdí bastante peso.

Probablemente eso signifique que de igual manera terminé alienado, terminé reciclado por el sistema, sí yo estoy un 99% seguro de ello, negarlo sería arrogancia, al menos, como hubiese dicho un profesor que tuve finalizando la carrera “Hacemos las cosas y estamos conscientes de que nos están controlando”.

No nos pongamos tristes, aquí viene la segunda parte cómica del asunto, en la universidad de donde me falta poco para graduarme, todos me conocen como una persona con sobrepeso, pero, a pocos meses de haber comenzado el entrenamiento, cuando el efecto no era tan notorio ¡Llegaron las vacaciones! ¿Eso qué quiere decir? Quiere decir que casi todos me dejaron de ver por un buen tiempo y yo seguí con mi rutina, perdí mucho peso en ello y cuando pise nuevamente mi Alma Mater ¡Ta dan! empecé a oír comentarios como: “Chamo ¿Qué te pasó?”, “Signore ¡Si estás flaco!”, “Tú te metiste a dieta ¿Verdad?”, “Signore, te metiste en la piedra (Piedra se le dice en mi país al crack)”, “Este cayó en las drogas”.

Qué efecto tan paradójico ¿cierto? Desear desde el subconsciente, no oír más comentarios desagradables, hacer algo por cambiar eso y aun así, oírlos precisamente por haber tomado esa decisión. Debo destacar que no todos fueron indeseables, muchos, de hecho me sacaron más de una sonrisa, sin embargo, no faltaron los casos que me hicieran pensar en que la sociedad no tiene remedio (Aunque creo que si lo tiene). Debo acotar, que si creían que todo había terminado, pues no, se puso peor, personas de mi familia a quienes les tengo aprecio empezaron a hablar de manera inescrupulosa respecto a mi nueva condición física. Sólo puedo comentar que la ignorancia es atrevida…

En fin, perdono nuevamente tales insolencias, ni mi subconsciente ni mi parte consciente quieren cambiar ahora, me siento muy feliz por ciertos resultados muy positivos en mi salud a raíz de este cambio que también me ha permitido realizar otro tipo de actividades que antes no podía (¿Recuerdan que hablé de ciertas dificultades motoras?). Agradezco a quienes se preocupan por mí de corazón, pero repudio a quienes pretenden hablar por hablar, así sean familiares míos.

Bueno, a fin de cuentas, amigos míos, con toda esta verborrea sólo quiero desahogarme un poco y llevarles la siguiente reflexión que considero pertinente todos tengamos presente: Al final, no importa qué hagamos, la sociedad siempre lo verá mal por carencias propias que no han podido satisfacer, por ejemplo, dejar de matarse por un pedazo de papel impreso. Así que, olviden todo, no oigan a los demás, salvo que quieran otra óptica que les sirva de contraste, no se frenen por insolencias (De las cuales estamos repletos), olvídense de los hábitos impuestos y créense los que más se adapten a ustedes y por sobre todas las cosas, no teman al ridículo.

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